"Un lector vive mil vidas antes de morir. Aquel que nunca lee vive solo una..."
GEORGE R.R. MARTIN, Danza de Dragones

domingo, 26 de enero de 2014

Ejercicio práctico 8: Neomed


Un médico de atención primaria tiene un extraño caso en su consulta. No sabe dar un diagnóstico certero y quiere cerciorarse bien antes de mandarlo al especialista. Coge su móvil y sube una foto del problema del paciente a la aplicación Neomed. Y espera que otros profesionales le respondan para hacer un buen seguimiento.

Este es un caso habitual de la red social española Neomed, creada por un matrimonio madrileño, Fernando Dal Re y Cristina Barranco, ambos nacidos en 1984 y compañeros de universidad en Icade.

Neomed nació hace en 2011 como una web profesional. Se trata de una red social vertical profesional, una de sus funciones es parecida a la de un LinkedIn médico, porque sus usuarios pueden crear una red de contactos de compañeros de hospital, de universidad, por especialidad, por amigos comunes... También se comparten contenidos. Desde más de 3.000 guías y protocolos a casos clínicos interesantes.

Creadores

Una de sus mayores ventajas puede ser que cuando un médico tiene una duda con el diagnóstico puede recibir algún consejo de forma rápida. Otra ayuda podría ser el que haya explicados casos clínicos interesantes y más de 3.000 guías, que pueden facilitar a los médicos la solución a algún caso o simplemente, como curiosidad.


 Sin embargo, una desventaja a tener en cuenta puede ser la posibilidad de recibir un mal consejo por parte de algún otro médico que pueda haber confundido los síntomas.

App Neomed
Neomed no solo se encuentra en la red sino que también podemos encontrar expansiones en diversos campos, tales como: facebook, twitter, blogspot e incluso tienen una app disponible descargable en Google Play y App Store.


Hablando en cifras, a día de hoy, esta red social para médicos ya está formada por más de 5.000 facultativos de España que buscan resolver todas sus dudas. A su vez también podemos encontrar pacientes que buscan una segunda opinión o simplemente resolver sus dudas.


domingo, 5 de enero de 2014

Relato: TRISTÁN (I) (By Álex) + MAPA TIERRAS LIBRES

TRISTÁN (I)

Ya estaban llegando al Centro. Esto suponía un alivio para Tristán, estaba harto de tanto viaje. Encima él era el Comandante y por ello era el máximo responsable de aquella compañía que debía dirigir. << Maldita sea, de entre todos los líderes y comandantes… ¿por qué yo?>>. Uno de los problemas por los que estaba irritado era no el largo viaje que habían llevado a cabo desde las Tierras del Basilisco a las Tierras Libres pasando por Isla Jhar. Desde el primer momento había sido un viaje accidentado. Nada más embarcarse, en un puerto desastroso dedicado al contrabando, habían sufrido la primera tormenta. No es que fueran ineptos a la hora de la navegación sino que en el Mar de la Libertad el clima es impredecible y cuando menos te lo esperas te ralentiza un temporal o del mismo modo tu barco naufraga en una gran tormenta. Por suerte para la compañía la gran coca que los trasportaba, La Doncella Exótica, era resistente y había aguantado todo tipo de temporales y tormentas. Una semana después de haber zarpado llegaron a Isla Jhar, donde solo pasarían una noche; lo justo para que se les uniera la segunda compañía con la que compartían destino. Una vez se les había unido la nueva compañía se hicieron de nuevo a la mar, ahora con dos nuevas incorporaciones; una galera llamada Viento Sureño y una pequeña goleta sin nombre donde iban los restantes de la Segunda Compañía. Por segunda vez tuvieron suerte y tardaron menos de lo esperado, una semana y media, en llegar al puerto de Torreón Liberto’s donde les estaban esperando una guarnición de mercenarios que los acompañarían hasta el Centro. Durante el viaje Tristán había vivido grandes emociones, la que más le había gustado era la que ocurrió cuando estaban a tres días de llegar a puerto. Era un día soleado e incluso se podía estar en cubierta sin miedo a que llegara un temporal que arrasara con todo lo que había en cubierta, incluidos hombres. Tristán había salido a despejar sus ideas puesto que, debido a su recién adquirido puesto como comandante, estaba bastante estresado. Su tarea en aquel momento era controlar que toda aquella chusma mercenaria no se peleara ni organizara ningún tipo de espectáculo como un motín por ejemplo. <<Aunque no lo parezca, controlar mercenarios sedientos de oro y riquezas es complicado…miento, si parece complicado>>. Una vez en cubierta no se arrepintió de haber salido de su lúgubre camarote o lo que era su prisión de papeles. Por lo que parecía no iba a haber ningún problema, llegarían dentro del plazo previsto, no había habido ningún incidente y solo habían muerto dos mercenarios. Todo perfecto. Se podía permitir descansar. Eso pensaba hasta que tras haber descansado escasos en una hamaca en  minutos oyó algo que provenía de la popa de la gran coca. Estaba lejos para oírlo pero su deber como comandante le obligaba a ir a ver qué pasaba. Pronto se arrepintió. Según pudo comprobar estaban organizando una pelea a navajazos. Nada más llegar a la zona del conflicto se detuvo a escuchar la causa por la que batallaban. No le costó puesto que entre insultos y obscenidades se echaban en cara lo que había llevado al conflicto.

-          Tu madre sí que es una bastarda... seguro que naciste de la lujuria entre tu madre y un mono. Mírate la cara.- Gritaba Paran en lenguaje antiguo claramente para que no le entendiera el comandante. Paran era un hombre fornido moreno de estatura media con los ojos negros azabache y una melena lacia y negra que le llegaba por los hombros.

Tristán había ocultado a su compañía ciertas cosas cómo que entendía y hablaba perfectamente la lengua antigua. Le había servido para prever algunos complots y planes de motín. Por lo que pensaba Tristán era otra típica pelea entre mercenarios por unos insultos mal intencionados. Pero la pelea continuó.

-          Mi cara podrá ser de mono pero tú has heredado la cola de tu padre. Por lo visto un cerdo.- Dijo Rasul, su contrincante. Rasul era más alto que Paran con los ojos marrones y el pelo más corto. Era mucho menos fornido que él pero más esbelto.

Aquello al parecer fue la gota que colmó el vaso. Ambos se lanzaron ataques con las navajas y dejaron de hablar mientras un tumulto de gente crecía alrededor de ellos. Ese tumulto había empezado a realizar apuestas por el ganador y también habían comenzado a avivar más aún la pelea. Tristán tenía que hacer algo. Con una picardía propia de él se dirigió hacia donde estaba el organizador de apuestas y tejió con suma pulcritud su plan.

-          Disculpe señor, me gustaría apostar- Dijo cortésmente en lengua vulgar, la que entendían aparte del lenguaje antiguo. El organizador lejos de amedrentarse ante el comandante siguió su juego.
-          Perfecto. Tú decir quién tú apostar por.- No dominaba la lengua vulgar siquiera. El organizador le sonreía mientras esperaba su respuesta.

-          Por Tristán.- Ahora era él el que sonreía de oreja a oreja.
-          Creo que yo no entender. Tú no participa, comandante no deber.- Entonces ahora sí que sabía quién era.
-          Yo decidir lo que yo querer hacer. Estúpido. Ahora apuesta mil monedas de oro por mí en mi nombre.- Sabía que iba a ganar y si perdía no podría dar tanto dinero.
-          Sí señor comandante.- Ahora lejos de sonreír sudaba a mares y denotaba preocupación.

Tristán entonces se dirigió hacia el círculo ya completamente formado y poco a poco entró en la zona de lucha. Una vez dentro observó, para su suerte, que todavía no estaban heridos así que sería una victoria justa. Los combatientes cuando lo vieron palidecieron. Por lo visto ya se había granjeado una buena reputación entre aquella chusma de mercenarios que tanto quería.

-          Estupendo, ¿quién quiere ser el primero o seréis los dos a la vez?- Dijo Tristán en leguaje antiguo para provocar. Él era todo sonrisas pero sus oponentes estaban realmente asustados.- Bueno, veo que no empezáis empezaré yo pues.

En menos de dos minutos había hecho caer a Rasul. Era alto y esbelto pero muy torpe. Con una finta rápida Tristán se había colocado detrás de él y lo había derribado con una patada bien colocada. Una vez en el suelo Tristán tiró de una patada la navaja que tenía Rasul en la mano hacia el tumulto que había comenzado a callarse. Rápidamente colocó su rodilla entre los omóplatos de Rasul y le había agarrado los brazos detrás de la espalda. Sometido finalmente Rasul se había rendido. Paran había aprendido de su anterior contrincante y en vez de quedarse petrificado había salido corriendo con la navaja en pos de Tristán. No le sirvió de nada. Con un golpe de revés le quitó la navaja y acto seguido la lanzó a ras de suelo. Ya sin armas Paran desesperado había atacado a Tristán con todo lo que tenía. El combate acabó con Paran en el suelo agonizando por un puñetazo que había focalizado Tristán en el bazo de Paran para que el combate acabara rápidamente.

Aquel día le había salido todo rodado. Había conseguido imponer el orden entre los mercenarios y ganado su respeto. <<Además me divertí bastante…>> Ahora sonreía recordando la hazaña. A sus veinticinco años ya era comandante después de haber sido durante la mayor parte de su adolescencia mercenario y en su niñez ladrón.  Tristán era un chico que llevaba marcado en todo él la marca de las Tierras Libres, excepto por sus ojos. Era un joven apuesto de estatura alta moreno con los ojos verdes y el pelo negro largo y revuelto. No estaba demasiado musculado y era más bien esbelto antes que fornido. Le gustaba vestir túnicas y trajes típicos de su ciudad de procedencia, La Gran Mirosh. <<A decir verdad, la gran mierda>>
Unos días después de llegar a Torreón Liberto´s, su segunda parada, había tenido una audiencia con el Gran Maestro Hemen señor de Torreón Liberto´s, una de las ciudades libertas. En esa audiencia el Gran Maestro le aconsejó unir a sus filas bajo una jerarquía donde poder controlar a sus mercenarios. Sería extraño que el Gran Maestro se preocupara de sus asuntos si no fuera porque “sus mercenarios” habían causado estragos en su pequeña ciudad portuaria. No fue después de proferirle diversas amenazas y de fuertes discusiones cuando había encontrado oportuno dar el consejo. Después de una larga reflexión llegó a la conclusión de que el Gran Maestro tenía razón en vez de esperar a que sus filas se destrozaran mutuamente debía unirlas bajo su gobierno, así también contentaría a su jefazo en el Centro. Después de toda la noche trabajando cuando amaneció hizo traer a los que él creía que serían los mejores para el gobierno de la nueva compañía que crearía: La Compañía Antigua en honor a las costumbres de los mercenarios. Aunque su tienda no era gran cosa, el Gran Maestre les había concedido poder establecer campamentos en torno a la ciudad, causó el suficiente impacto en los mercenarios. Los elegidos eran Rasul, Paran, Chiman, Umang, Khajir y Devanshi. Rasul y Paran eran los mercenarios que habían organizado aquel combate. Tristán sabía que tras aquella humillante derrota no tendría más fieles seguidores que ellos o al menos no permitirían que nadie le matara antes que ellos. Chiman era un señor adulto de unos cuarenta años con experiencia en mil batallas y que le serviría en sus propósitos. Umang un joven mercenario que tenía deseos de grandeza y que podrían resultar útiles. Khajir era simplemente un mercenario común pero que tenía el consagrado el arte del espionaje. Finalmente Devanshi, la única mujer de la Compañía, era una mercenaria inteligente y con dotes de comando y por lo que parecía era una mujer honorable.

-          Os preguntaréis por qué razón estáis aquí reunidos. La respuesta es fácil y no quiero alargar mucho más esto. A partir de ahora tendréis puestos específicos en la compañía y lideraréis a una guarnición que os asignaré posteriormente.- Dijo Tristán cansado y con ganas de dormir. Ya hablaba la lengua antigua, de nada servía ya ocultar su conocimiento.

-          Si mi señor nos da permiso nos marcharemos inmediatamente.- Dijo Khajir. Los demás asintieron.
-          No, sería una tontería haceros venir para nada. Rasul, Paran adelantaos.- No tardaron en obedecer. Tristán tenía razón, se había ganado su respeto.- A partir de ahora seréis los encargados de mantener la paz entre la Compañía Antigua, sí ya tiene nombre. En este momento os asciendo a Pacificadores.
-          Gracias comandante, es un honor…- No terminó, Tristán no tenía tiempo para tanta parafernalia.
-          Podéis retiraros Pacificadores. Chiman adelántate.- Los Pacificadores se marcharon y Chiman obedeció.- A partir de ahora eres el Maestro de Armas. Eres el comandante de batallas. Te encargarás junto a mí de dirigir a los mercenarios.
-          Si os place comandante, también es mi deseo.- Dijo Chiman solemne.
-          Podéis iros. Agilicemos las cosas…Umang avanza- Ya no aguantaba más el sueño.- A partir de ahora serás el Administrador. Tengo entendido que se te dan bien las cuentas y de buena gana administrarás esta Compañía.
-          Sí, me place y me gustaría retirarme a descansar.- Era demasiado atrevido y engreído, pero no quería discutir.
-          Pues marchaos. Khajir avanza. A partir de ahora serás mis ojos y mis oídos dentro de la Compañía. Ahora sois mi Espía Interno.-
-          De acuerdo comandante.-
-          Finalmente, Devanshi. Ahora señora seréis mi ayudante. Me aconsejareis en todo lo que podáis y solucionarás aquello que yo no pueda.-
-          Comandante, no creo que pueda con tal cargo.-
-          No te preocupes, realmente esto no servirá de nada. Solo es para mitigar los deseos del Gran Maestre y que nos de su salvoconducto hasta que la guarnición de mercenarios esté lista.
-          Ya pero yo…-
-          No acepto peros. O te conviertes en mi consejera o nada.-
-          Soy mujer, ese es el problema.-
-          Ah…era eso. No te preocupes. Nunca en mi compañía permitiré que se trate mal a una mujer y menos si es mi consejera. Lo juro por mi honor aunque no tenga.-
-          Si es así…seré vuestra consejera. Me retiro.-

Una vez hecho el nuevo gobierno de la Compañía, el mismo día, la nueva guarnición de mercenarios estuvo lista y continuaron su viaje al día siguiente. El viaje había durado dos semanas pero Tristán por fin podía divisar el Centro, por lo que parecía solo estaban a medio día de camino. Después de todo por lo que habían pasado para llegar les suponía un alivio. El recorrido durante el viaje en sí, no había sido el problema sino todo lo demás. Habían salido de Torreón Liberto’s antes del amanecer; cuanto más camino anduvieran sin la abrasadora luz del Sol más a su favor. No era el Desierto de Mantyo’s pero aún así la tierra era arenosa, el clima desértico y por mucho que buscaban no había indicios de civilización. Ya les habían avisado pero Tristán y los comandantes de las otras compañías de mercenarios decidieron que era mejor tomar la ruta desértica que viajar por el Camino Libre. El Camino Libre era una ruta que recorría todas las Ciudades Libertas y llegaba incluso a las Tierras Malditas, pero no era la mejor la opción para los mercenarios comprados para realizar asedios y demás comandas. Si recorrían el Camino Libre pronto correría la voz sobre unas compañías que tenían como destino el Centro y como no debían matar a los pobres campesinos y comerciantes, era mejor ir por las rutas desoladas y desérticas. El paisaje que Tristán había visto durante todo el viaje era una vasta llanura de arena  color dorado junto con sedimentos de diversos tipos de piedras. Alguna vez divisaba alguna montañita pero las que veían estaban lejos de convertirse en la Sierra Zorrak o el Monte Grisosh. Al principio había llegado a odiar aquellos páramos y tierras desoladas pero finalmente empezaba a gustarle todo aquello. Lo que más le gustaba era la poca fauna que había, sus mercenarios no corrían el riesgo de ser atacados por arpías, esfinges, escorpiones alados y todo lo que habitaba por las Tierras Malditas y algunas zonas sagradas. En cambio sí que habían visto algunos leones del desierto, zorros y animales carroñeros tanto por tierra como por aire, pero eran inofensivos. En el momento en que veían cuantos individuos eran abandonaban rápido la idea de atacarlos. Todos excepto una leona del desierto que al parecer estaba protegiendo a su manada. La leona había azotado a la Compañía Antigua durante tres días hasta que se habían alejado lo suficiente de su manada. Algunos de su consejo le habían dicho que lo mejor era deshacerse de la leona y matarla; había llegado a causar cuatro muertes.

-          La leona no sufrirá daño alguno.- Había dicho Tristán en tono que conllevaba a la no-réplica.
-          Pero… qué más da una leona, hay más en el mundo y esta nos está tocando los cojones.- Había dicho  Chiman y Rasul asintió en tono de aprobación.
-            Te lo diré de otro modo. Ahora nosotros somos los leones y ella es una madre que protege a su familia. ¿La matarías? O la dejarías vivir en paz.- Tristán había soltado el anzuelo que esperaba que pillaran.
-          Pero comandante…no es lo mismo.- Dijo Chiman.
-          Para la pobre criatura sí lo es. Ahora responde a mi pregunta. ¿La matarías?-
-          Si mi comandante lo ordenara sí…-
-          Creo que debería buscarme a otro para este puesto. No solo pido obediencia sino que también pido honor y personalidad. ¿De qué me sirve un consejo si no me aconsejáis? Solo obedecéis.- Era una mentira a medias porque Devanshi tenía los huevos que le faltaban al resto y replicaba en todo lo que podía y aconsejaba lo idóneo cuando debía. Por otro lado tenía a Umang que era un buen administrador pero pecaba en arrogancia. Aún así cumplía su deber.- La leona vivirá, lo ordeno y punto.- Ya enfadado sentenció la reunión del consejo. Había cogido cariño a la leona. << No, a la leona no. Al simbolismo que conlleva su hazaña>> Al día siguiente la leona se había alejado por fin. Devanshi había contabilizado las muertes; solo ascendían a seis. La cifra era menor que la que había de muertos por enfermedades exóticas o simples peleas.

Después del incidente de la leona solo había habido tranquilidad entre su Compañía Antigua. En las dos compañías restantes que se les habían unido, no había orden así que Tristán decidió que antes de que se propagara la ola de rebeldía, lo cortaría de raíz. Hizo llamar a los comandantes de las otras compañías. Uno se llamaba Quentyn y el otro Merro. Quentyn era de unos treinta años, pero se notaba que era fuerte y capaz. Era de estatura media y tenía el cuerpo bien estructurado. Tenía todas las características propias de su lugar de procedencia, el paraíso exótico de Dhelir a mil leguas o más de donde estaban. Era de piel aceitunada, moreno con el pelo castaño largo y liso con ojos color negro como la noche. Merro no era tan exótico; simplemente era un mercenario procedente de Toller que había tenido la suerte de convertirse en comandante. Como él. Era más alto que Quentyn y más mayor seguro. Su piel era de color negro, característico de Toller, el pelo lo tenía rizado y también negro y sus ojos eran de color marrón. Tristán obligó a los dos a crear un propio consejo puesto que ellos también debían llegar con un número aceptable de mercenarios y entre discusiones y peleas ya llevaban cincuenta bajas cada uno y algunos muertos también. Al principio no aceptaron el consejo que les había dado, pero cuando vieron que funcionaba tardaron poco en estructurar sus filas. Su Compañía Antigua era la más numerosa de unos tres mil mercenarios, después le seguía la Compañía Azul de Quentyn con unos mil mercenarios y finalmente la Compañía Amarilla de Merro con unos quinientos. Eran en total unos cuatro mil quinientos o más mercenarios con destinación al Centro que estaba situado a orillas del Río Liberto. Tristán ya llevaba cinco años al servicio de aquel Centro y sabía que había más a lo largo del mundo, pero aquel era especial dado que se dedicaba a capturar esclavos para entrenar un don que tenían o algo así. Según lo que le había dicho su jefe su objetivo en las Tierras Libres era expandir sus territorios. Tristán no sabía cuál era el objetivo final de expandir sus territorios pero aceptó su misión de conseguir una buena compañía y regresar al Centro con un buen batallón para atacar próximas destinaciones. Por lo que sabía básicamente el Centro controlaba todas las ciudades libertas no entendía el porqué de buscar más territorios.

Pero pronto lo sabría, ya habían llegado ante el Centro. Ahora empezaba la acción para Tristán. 
  
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