TRISTÁN (I)
Ya estaban llegando al Centro. Esto suponía un alivio para Tristán, estaba
harto de tanto viaje. Encima él era el
Comandante y por ello era el máximo responsable de aquella compañía que debía
dirigir. << Maldita sea, de entre todos los líderes y comandantes… ¿por
qué yo?>>. Uno de los problemas por los que estaba irritado era no el
largo viaje que habían llevado a cabo desde las Tierras del Basilisco a las
Tierras Libres pasando por Isla Jhar. Desde el primer momento había sido un
viaje accidentado. Nada más embarcarse, en un puerto desastroso dedicado al
contrabando, habían sufrido la primera tormenta. No es que fueran ineptos a la
hora de la navegación sino que en el Mar de la Libertad el clima es
impredecible y cuando menos te lo esperas te ralentiza un temporal o del mismo
modo tu barco naufraga en una gran tormenta. Por suerte para la compañía la
gran coca que los trasportaba, La
Doncella Exótica, era resistente y había aguantado todo tipo de temporales
y tormentas. Una semana después de haber zarpado llegaron a Isla Jhar, donde
solo pasarían una noche; lo justo para que se les uniera la segunda compañía
con la que compartían destino. Una vez se les había unido la nueva compañía se
hicieron de nuevo a la mar, ahora con dos nuevas incorporaciones; una galera
llamada Viento Sureño y una pequeña
goleta sin nombre donde iban los restantes de la Segunda Compañía. Por segunda
vez tuvieron suerte y tardaron menos de lo esperado, una semana y media, en
llegar al puerto de Torreón Liberto’s donde les estaban esperando una
guarnición de mercenarios que los acompañarían hasta el Centro. Durante el
viaje Tristán había vivido grandes emociones, la que más le había gustado era
la que ocurrió cuando estaban a tres días de llegar a puerto. Era un día
soleado e incluso se podía estar en cubierta sin miedo a que llegara un
temporal que arrasara con todo lo que había en cubierta, incluidos hombres.
Tristán había salido a despejar sus ideas puesto que, debido a su recién
adquirido puesto como comandante, estaba bastante estresado. Su tarea en aquel
momento era controlar que toda aquella chusma mercenaria no se peleara ni
organizara ningún tipo de espectáculo como un motín por ejemplo. <<Aunque
no lo parezca, controlar mercenarios sedientos de oro y riquezas es
complicado…miento, si parece complicado>>. Una vez en cubierta no se
arrepintió de haber salido de su lúgubre camarote o lo que era su prisión de
papeles. Por lo que parecía no iba a haber ningún problema, llegarían dentro
del plazo previsto, no había habido ningún incidente y solo habían muerto dos
mercenarios. Todo perfecto. Se podía permitir descansar. Eso pensaba hasta que
tras haber descansado escasos en una hamaca en
minutos oyó algo que provenía de la popa de la gran coca. Estaba lejos
para oírlo pero su deber como comandante le obligaba a ir a ver qué pasaba.
Pronto se arrepintió. Según pudo comprobar estaban organizando una pelea a
navajazos. Nada más llegar a la zona del conflicto se detuvo a escuchar la
causa por la que batallaban. No le costó puesto que entre insultos y
obscenidades se echaban en cara lo que había llevado al conflicto.
-
Tu madre sí que es
una bastarda... seguro que naciste de la lujuria entre tu madre y un mono.
Mírate la cara.- Gritaba Paran en lenguaje antiguo claramente para que no le
entendiera el comandante. Paran era un hombre fornido moreno de estatura media
con los ojos negros azabache y una melena lacia y negra que le llegaba por los
hombros.
Tristán
había ocultado a su compañía ciertas cosas cómo que entendía y hablaba
perfectamente la lengua antigua. Le había servido para prever algunos complots
y planes de motín. Por lo que pensaba Tristán era otra típica pelea entre
mercenarios por unos insultos mal intencionados. Pero la pelea continuó.
-
Mi cara podrá ser
de mono pero tú has heredado la cola de tu padre. Por lo visto un cerdo.- Dijo
Rasul, su contrincante. Rasul era más alto que Paran con los ojos marrones y el
pelo más corto. Era mucho menos fornido que él pero más esbelto.
Aquello
al parecer fue la gota que colmó el vaso. Ambos se lanzaron ataques con las
navajas y dejaron de hablar mientras un tumulto de gente crecía alrededor de
ellos. Ese tumulto había empezado a realizar apuestas por el ganador y también
habían comenzado a avivar más aún la pelea. Tristán tenía que hacer algo. Con
una picardía propia de él se dirigió hacia donde estaba el organizador de
apuestas y tejió con suma pulcritud su plan.
-
Disculpe señor, me
gustaría apostar- Dijo cortésmente en lengua vulgar, la que entendían aparte
del lenguaje antiguo. El organizador lejos de amedrentarse ante el comandante
siguió su juego.
-
Perfecto. Tú decir
quién tú apostar por.- No dominaba la lengua vulgar siquiera. El organizador le
sonreía mientras esperaba su respuesta.
-
Por Tristán.- Ahora
era él el que sonreía de oreja a oreja.
-
Creo que yo no
entender. Tú no participa, comandante no deber.- Entonces ahora sí que sabía
quién era.
-
Yo decidir lo que
yo querer hacer. Estúpido. Ahora apuesta mil monedas de oro por mí en mi
nombre.- Sabía que iba a ganar y si perdía no podría dar tanto dinero.
-
Sí señor
comandante.- Ahora lejos de sonreír sudaba a mares y denotaba preocupación.
Tristán entonces se dirigió
hacia el círculo ya completamente formado y poco a poco entró en la zona de
lucha. Una vez dentro observó, para su suerte, que todavía no estaban heridos
así que sería una victoria justa. Los combatientes cuando lo vieron
palidecieron. Por lo visto ya se había granjeado una buena reputación entre
aquella chusma de mercenarios que tanto quería.
-
Estupendo, ¿quién
quiere ser el primero o seréis los dos a la vez?- Dijo Tristán en leguaje
antiguo para provocar. Él era todo sonrisas pero sus oponentes estaban
realmente asustados.- Bueno, veo que no empezáis empezaré yo pues.
En
menos de dos minutos había hecho caer a Rasul. Era alto y esbelto pero muy
torpe. Con una finta rápida Tristán se había colocado detrás de él y lo había
derribado con una patada bien colocada. Una vez en el suelo Tristán tiró de una
patada la navaja que tenía Rasul en la mano hacia el tumulto que había
comenzado a callarse. Rápidamente colocó su rodilla entre los omóplatos de
Rasul y le había agarrado los brazos detrás de la espalda. Sometido finalmente
Rasul se había rendido. Paran había aprendido de su anterior contrincante y en
vez de quedarse petrificado había salido corriendo con la navaja en pos de
Tristán. No le sirvió de nada. Con un golpe de revés le quitó la navaja y acto
seguido la lanzó a ras de suelo. Ya sin armas Paran desesperado había atacado a
Tristán con todo lo que tenía. El combate acabó con Paran en el suelo
agonizando por un puñetazo que había focalizado Tristán en el bazo de Paran
para que el combate acabara rápidamente.
Aquel día le había salido todo
rodado. Había conseguido imponer el orden entre los mercenarios y ganado su
respeto. <<Además me divertí bastante…>> Ahora sonreía recordando
la hazaña. A sus veinticinco años ya era comandante después de haber sido
durante la mayor parte de su adolescencia mercenario y en su niñez ladrón. Tristán era un chico que llevaba marcado en
todo él la marca de las Tierras Libres, excepto por sus ojos. Era un joven
apuesto de estatura alta moreno con los ojos verdes y el pelo negro largo y
revuelto. No estaba demasiado musculado y era más bien esbelto antes que
fornido. Le gustaba vestir túnicas y trajes típicos de su ciudad de procedencia,
La Gran Mirosh. <<A decir verdad, la gran mierda>>
Unos días después de llegar a
Torreón Liberto´s, su segunda parada, había tenido una audiencia con el Gran
Maestro Hemen señor de Torreón Liberto´s, una de las ciudades libertas. En esa
audiencia el Gran Maestro le aconsejó unir a sus filas bajo una jerarquía donde
poder controlar a sus mercenarios. Sería extraño que el Gran Maestro se
preocupara de sus asuntos si no fuera porque “sus mercenarios” habían causado
estragos en su pequeña ciudad portuaria. No fue después de proferirle diversas
amenazas y de fuertes discusiones cuando había encontrado oportuno dar el
consejo. Después de una larga reflexión llegó a la conclusión de que el Gran
Maestro tenía razón en vez de esperar a que sus filas se destrozaran mutuamente
debía unirlas bajo su gobierno, así también contentaría a su jefazo en el
Centro. Después de toda la noche trabajando cuando amaneció hizo traer a los
que él creía que serían los mejores para el gobierno de la nueva compañía que
crearía: La Compañía Antigua en honor a las costumbres de los mercenarios.
Aunque su tienda no era gran cosa, el Gran Maestre les había concedido poder
establecer campamentos en torno a la ciudad, causó el suficiente impacto en los
mercenarios. Los elegidos eran Rasul, Paran, Chiman, Umang, Khajir y Devanshi.
Rasul y Paran eran los mercenarios que habían organizado aquel combate. Tristán
sabía que tras aquella humillante derrota no tendría más fieles seguidores que
ellos o al menos no permitirían que nadie le matara antes que ellos. Chiman era
un señor adulto de unos cuarenta años con experiencia en mil batallas y que le
serviría en sus propósitos. Umang un joven mercenario que tenía deseos de
grandeza y que podrían resultar útiles. Khajir era simplemente un mercenario
común pero que tenía el consagrado el arte del espionaje. Finalmente Devanshi,
la única mujer de la Compañía, era una mercenaria inteligente y con dotes de
comando y por lo que parecía era una mujer honorable.
-
Os preguntaréis por
qué razón estáis aquí reunidos. La respuesta es fácil y no quiero alargar mucho
más esto. A partir de ahora tendréis puestos específicos en la compañía y lideraréis
a una guarnición que os asignaré posteriormente.- Dijo Tristán cansado y con
ganas de dormir. Ya hablaba la lengua antigua, de nada servía ya ocultar su
conocimiento.
-
Si mi señor nos da
permiso nos marcharemos inmediatamente.- Dijo Khajir. Los demás asintieron.
-
No, sería una
tontería haceros venir para nada. Rasul, Paran adelantaos.- No tardaron en
obedecer. Tristán tenía razón, se había ganado su respeto.- A partir de ahora
seréis los encargados de mantener la paz entre la Compañía Antigua, sí ya tiene
nombre. En este momento os asciendo a Pacificadores.
-
Gracias comandante,
es un honor…- No terminó, Tristán no tenía tiempo para tanta parafernalia.
-
Podéis retiraros
Pacificadores. Chiman adelántate.- Los Pacificadores se marcharon y Chiman
obedeció.- A partir de ahora eres el Maestro de Armas. Eres el comandante de
batallas. Te encargarás junto a mí de dirigir a los mercenarios.
-
Si os place
comandante, también es mi deseo.- Dijo Chiman solemne.
-
Podéis iros.
Agilicemos las cosas…Umang avanza- Ya no aguantaba más el sueño.- A partir de
ahora serás el Administrador. Tengo entendido que se te dan bien las cuentas y
de buena gana administrarás esta Compañía.
-
Sí, me place y me
gustaría retirarme a descansar.- Era demasiado atrevido y engreído, pero no quería
discutir.
-
Pues marchaos.
Khajir avanza. A partir de ahora serás mis ojos y mis oídos dentro de la
Compañía. Ahora sois mi Espía Interno.-
-
De acuerdo
comandante.-
-
Finalmente,
Devanshi. Ahora señora seréis mi ayudante. Me aconsejareis en todo lo que podáis
y solucionarás aquello que yo no pueda.-
-
Comandante, no creo
que pueda con tal cargo.-
-
No te preocupes,
realmente esto no servirá de nada. Solo es para mitigar los deseos del Gran
Maestre y que nos de su salvoconducto hasta que la guarnición de mercenarios
esté lista.
-
Ya pero yo…-
-
No acepto peros. O
te conviertes en mi consejera o nada.-
-
Soy mujer, ese es
el problema.-
-
Ah…era eso. No te
preocupes. Nunca en mi compañía permitiré que se trate mal a una mujer y menos
si es mi consejera. Lo juro por mi honor aunque no tenga.-
-
Si es así…seré
vuestra consejera. Me retiro.-
Una vez hecho el nuevo gobierno
de la Compañía, el mismo día, la nueva guarnición de mercenarios estuvo lista y
continuaron su viaje al día siguiente. El viaje había durado dos semanas pero Tristán
por fin podía divisar el Centro, por lo que parecía solo estaban a medio día de
camino. Después de todo por lo que habían pasado para llegar les suponía un
alivio. El recorrido durante el viaje en sí, no había sido el problema sino
todo lo demás. Habían salido de Torreón Liberto’s antes del amanecer; cuanto
más camino anduvieran sin la abrasadora luz del Sol más a su favor. No era el
Desierto de Mantyo’s pero aún así la tierra era arenosa, el clima desértico y
por mucho que buscaban no había indicios de civilización. Ya les habían avisado
pero Tristán y los comandantes de las otras compañías de mercenarios decidieron
que era mejor tomar la ruta desértica que viajar por el Camino Libre. El Camino
Libre era una ruta que recorría todas las Ciudades Libertas y llegaba incluso a
las Tierras Malditas, pero no era la mejor la opción para los mercenarios
comprados para realizar asedios y demás comandas. Si recorrían el Camino Libre
pronto correría la voz sobre unas compañías que tenían como destino el Centro y
como no debían matar a los pobres campesinos y comerciantes, era mejor ir por
las rutas desoladas y desérticas. El paisaje que Tristán había visto durante
todo el viaje era una vasta llanura de arena
color dorado junto con sedimentos de diversos tipos de piedras. Alguna
vez divisaba alguna montañita pero las que veían estaban lejos de convertirse
en la Sierra Zorrak o el Monte Grisosh. Al principio había llegado a odiar
aquellos páramos y tierras desoladas pero finalmente empezaba a gustarle todo
aquello. Lo que más le gustaba era la poca fauna que había, sus mercenarios no
corrían el riesgo de ser atacados por arpías, esfinges, escorpiones alados y
todo lo que habitaba por las Tierras Malditas y algunas zonas sagradas. En
cambio sí que habían visto algunos leones del desierto, zorros y animales
carroñeros tanto por tierra como por aire, pero eran inofensivos. En el momento
en que veían cuantos individuos eran abandonaban rápido la idea de atacarlos.
Todos excepto una leona del desierto que al parecer estaba protegiendo a su
manada. La leona había azotado a la Compañía Antigua durante tres días hasta
que se habían alejado lo suficiente de su manada. Algunos de su consejo le
habían dicho que lo mejor era deshacerse de la leona y matarla; había llegado a
causar cuatro muertes.
-
La leona no sufrirá
daño alguno.- Había dicho Tristán en tono que conllevaba a la no-réplica.
-
Pero… qué más da
una leona, hay más en el mundo y esta nos está tocando los cojones.- Había
dicho Chiman y Rasul asintió en tono de
aprobación.
-
Te lo diré de otro modo. Ahora nosotros somos
los leones y ella es una madre que protege a su familia. ¿La matarías? O la
dejarías vivir en paz.- Tristán había soltado el anzuelo que esperaba que
pillaran.
-
Pero comandante…no
es lo mismo.- Dijo Chiman.
-
Para la pobre
criatura sí lo es. Ahora responde a mi pregunta. ¿La matarías?-
-
Si mi comandante lo
ordenara sí…-
-
Creo que debería
buscarme a otro para este puesto. No solo pido obediencia sino que también pido
honor y personalidad. ¿De qué me sirve un consejo si no me aconsejáis? Solo
obedecéis.- Era una mentira a medias porque Devanshi tenía los huevos que le
faltaban al resto y replicaba en todo lo que podía y aconsejaba lo idóneo
cuando debía. Por otro lado tenía a Umang que era un buen administrador pero
pecaba en arrogancia. Aún así cumplía su deber.- La leona vivirá, lo ordeno y
punto.- Ya enfadado sentenció la reunión del consejo. Había cogido cariño a la
leona. << No, a la leona no. Al simbolismo que conlleva su hazaña>>
Al día siguiente la leona se había alejado por fin. Devanshi había
contabilizado las muertes; solo ascendían a seis. La cifra era menor que la que
había de muertos por enfermedades exóticas o simples peleas.
Después del incidente de la
leona solo había habido tranquilidad entre su Compañía Antigua. En las dos
compañías restantes que se les habían unido, no había orden así que Tristán
decidió que antes de que se propagara la ola de rebeldía, lo cortaría de raíz.
Hizo llamar a los comandantes de las otras compañías. Uno se llamaba Quentyn y
el otro Merro. Quentyn era de unos treinta años, pero se notaba que era fuerte
y capaz. Era de estatura media y tenía el cuerpo bien estructurado. Tenía todas
las características propias de su lugar de procedencia, el paraíso exótico de
Dhelir a mil leguas o más de donde estaban. Era de piel aceitunada, moreno con
el pelo castaño largo y liso con ojos color negro como la noche. Merro no era
tan exótico; simplemente era un mercenario procedente de Toller que había
tenido la suerte de convertirse en comandante. Como él. Era más alto que
Quentyn y más mayor seguro. Su piel era de color negro, característico de
Toller, el pelo lo tenía rizado y también negro y sus ojos eran de color
marrón. Tristán obligó a los dos a crear un propio consejo puesto que ellos también
debían llegar con un número aceptable de mercenarios y entre discusiones y
peleas ya llevaban cincuenta bajas cada uno y algunos muertos también. Al
principio no aceptaron el consejo que les había dado, pero cuando vieron que
funcionaba tardaron poco en estructurar sus filas. Su Compañía Antigua era la
más numerosa de unos tres mil mercenarios, después le seguía la Compañía Azul
de Quentyn con unos mil mercenarios y finalmente la Compañía Amarilla de Merro con
unos quinientos. Eran en total unos cuatro mil quinientos o más mercenarios con
destinación al Centro que estaba situado a orillas del Río Liberto. Tristán ya llevaba
cinco años al servicio de aquel Centro y sabía que había más a lo largo del mundo,
pero aquel era especial dado que se dedicaba a capturar esclavos para entrenar un
don que tenían o algo así. Según lo que le había dicho su jefe su objetivo en las
Tierras Libres era expandir sus territorios. Tristán no sabía cuál era el objetivo
final de expandir sus territorios pero aceptó su misión de conseguir una buena compañía
y regresar al Centro con un buen batallón para atacar próximas destinaciones. Por
lo que sabía básicamente el Centro controlaba todas las ciudades libertas no entendía
el porqué de buscar más territorios.
Pero pronto lo sabría, ya habían
llegado ante el Centro. Ahora empezaba la acción para Tristán.
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