EL GUERRERO
KAMIKAZE (I)
Trevor se levantó temprano para poder ir a su rincón
favorito de todo el Centro: la piscina olímpica. Era un gran deportista y nadie
podía equiparar su talento con los deportes. Su deporte favorito era la
natación pero había participado en todos los deportes posibles desde tenis
hasta la hípica, y en todos era un genio o estaba entre los primeros. Lo único
que le faltaba por ganar eran las simulaciones de combate, era bastante fuerte
pero siempre quedaba segundo detrás de alguien que o tenía más intelecto o era
un genio de la estrategia. Las simulaciones de combate podían variar desde una
recreación de guerra medieval hasta un simple torneo de combate cuerpo a
cuerpo, y cuando ya pensaban que estaban acostumbrados a un tipo de combate de
repente desparecía y los jefes les ponían otro tipo de pruebas. Una vez
preguntó a uno de los profesores de combate para qué servían este tipo de
actividades y le respondió simplemente que eran para fortalecer todos los tipos
de inteligencias combativas. Vale que estaba siendo entrenado para formar parte
de un pelotón militar pero no entendía el porqué de tanta simulación.
Había
llegado al Centro sólo tres años atrás cuando aún tenía trece años, pero se
había integrado con facilidad y había conocido a grandes personas y aún mejores
amigos; como Jandro. Le dio un escalofrío, no eran ni las siete de la mañana y
ya estaba pensando en él. Muchas veces se preguntaba por qué la vida era tan
injusta con él acto seguido abandonaba esa idea, dado al egocentrismo que
conllevaba. No entendía cómo podía ser que con su atractivo no había conseguido
el amor… igualmente le daba igual porque era feliz con sus actividades
deportivas ¿o no? Era un chico alto, rubio de ojos color marrón caramelo y de
complexión fuerte con espalda ancha por la natación y el ejercicio físico.
Atractivo suficiente para cualquiera pero no lo suficiente para quien él
quería.
Ya
había llegado al ala principal del centro y se dirigió a la tabla de simulaciones
para ver si le tocaba y contra quién. << ¡Estupendo! Tengo simulación a
las tres, justo después de salvamento… y además contra el primero en la
clasificación… Markus, El Toro>> Markus nunca le había caído bien, era un
chico bastante prepotente que se creía superior al resto por tener una
complexión cercana a la de un toro. Siempre que Trevor se enfrentaba a él en la
simulación perdía por mucha diferencia y era su espinita clavada. Aunque
pareciera idiota en realidad era un genio de la estrategia y ganaba en todas
las simulaciones. Markus sólo estaba inscrito en el Centro para las malditas
simulaciones y parecía que vivía para ellas. Seguramente Markus en un futuro se
convertiría en un almirante de flota o incluso el jefazo del ejército nacional.
Arto de pensar en Markus continuó su camino hacia la parte trasera del ala
principal que daba a un amplio pabellón donde se podía practicar las maniobras.
Al lado de este pabellón se encontraba la piscina olímpica y también las salas
de entrenamiento. En la planta de arriba la sala de simulaciones que tanto
odiaba. Esta vez se había propuesto ganar y lo haría.
Atravesó
el pasillo central hasta llegar a la puerta que comunicaba con el pabellón. En
el camino encontró a varios profesores preparando sus clases, entre ellos al
profesor que vería en dos horas al inicio de su clase de juicio táctico y
maniobras de defensa. Después tendría una hora de ejercicios variados. Luego
historia de las grandes Guerras y para acabar salvamento a las dos. Por si
fuera poco después tendría la simulación… un planazo. << Sólo con
pensarlo me muero de asco, estoy deseando que acabe mi graduación ya>>.
Estaba agotado, su plan de actividades era muy exigente y además se esforzaba
por estar primero en todas las competiciones pero siempre había algo que le
animaba, las series de acción y las películas de acción, además de la natación
por supuesto.
Entró
dentro del pabellón, y por suerte, no había nadie. Tendría la hora para el solo
hasta que llegaran los del turno matutino de natación y acabase su libertad. Se
fue directo a los vestuarios y se cambió. Acto seguido salió del vestuario y
fue directo a la plataforma de saltos. Hoy le apetecía realizar unos cuantos
saltos de plataforma para despejarse y liberar adrenalina, porque siempre iba bien
para el estrés. Mientras se subía a la plataforma más alta recordó la manera en
que conoció a Jandro dos años atrás. Después de un largo día de entrenamiento
Trevor había decidido ir a hacer unos cuantos largos a la piscina sin tener en
cuenta que su estado físico era lamentable debido a los grandes esfuerzos que
realizaba en el planning de la escuela militar. Era ya tarde y no quedaba nadie
en la piscina, algo que acrecentó las gans de Trevor para nadar un rato a
solas. Mala idea. Estaba tan cansado que en uno de los virajes se golpeó la
cabeza, por la falta de concentración, y se desmalló. Hubiera muerto ahogado si
no fuera porque un joven que se estaba tomando un descanso no estuviera por
allí. Aquel joven decidió saltar al agua para salvar al desconocido, lo sacó y
le practicó la RCP (reanimación cardiopulmonar). Cuando despertó el joven ya se
había ido después de avisar a los médicos. Días más tarde Trevor se enteraría
de que fue Jandro quien le había salvado. Le dio las gracias pero cada uno
siguió su vida por su lado hasta que en un año más tarde concedieron como
compañeros de pupitre en anatomía del cuerpo humano el mismo año en el que
empezarían a compartir apartamento en el Centro. Desde entonces fueron uña y
carne, mejores amigos aunque debía compartir su puesto con Cat y Ele, sus
mejores amigas. Se llevaban todos muy bien e incluso habían quedado más de una
vez en su tiempo de ocio, pero había algo más entre Cat, Ele y Jandro, algo que
nunca había descubierto Trevor. Tampoco le importaba siempre y cuando siguieran
siendo amigos. En poco tiempo vivieron grandes aventuras adecuadas a su edad y
se hicieron inseparables. Incluso Trevor empezó a sentir algo más que su
amistad, empezó a fijarse en su atractivo; un chico alto y moreno, con los ojos
color marrón, y de complexión media. Empezó a fijarse en lo que le gustaba y lo
que no de Jandro, su carácter, su estado de ánimo. Pero ese sentimiento nunca
había sido recíproco y habían sido siempre mejores amigos y sólo eso. Algún día
Jandro encontraría alguna chica que le conquistara el corazón y Trevor a
alguien que complementara su ser.
Acabó
su hora de natación y se dirigió a su primera clase del día. No fue tan pesada
como pensaba y además incluso la disfrutó. Después en la hora de ejercicios
también destacó y ganó todas las pruebas. Incluso a última hora se lo pasó bien
y aprendió nuevas cosas interesantes. En definitiva, era un gran día para
Trevor y nada lo podría truncar. Incluso después tendría un maratón de pelis de
acción en el apartamento. Ahora tocaba lo más duro… la simulación.
Se
dirigió un cuarto de hora antes de las tres hacia la sala de simulación para
prepararse con calma y relajarse. Llegó el primero de todos los alumnos, ya que
solo estaban los profesores preparando la simulación. Llevaban tres días
seguidos preparándoles para las simulaciones relacionadas con batallas cuerpo a
cuerpo así que seguramente, le tocaría ésta o no… El caso es que se preparó y
cuando estuvo listo se dirigió hacia su atril situado enfrente del
contrincante. Markus ya había llegado. Quedaban escasos minutos para la
simulación. La sala de simulaciones era un gran recinto ovalado donde a cada
lado se encontraban dos atriles enfrentados de frente. Abajo se situaba la
arena virtual o real dependiendo del tipo de simulación. A ambos lados de la
sala ovalada se encontraban grandes paredes de cristal y detrás de estas
paredes se situaban las gradas del público. Había bastante esta vez, se notaba
que era una simulación seria; el primero de la tabla contra el segundo. Trevor ya
estaba preparado, en segundos comenzaría la simulación.
Empezó:
en la arena empezaron a crearse virtualmente dos territorios enfrentados,
seguramente en algún lugar relacionado con Francia. Una batalla medieval.
<<Maldita sea, justo donde destaca Markus>> pensó Trevor,
igualmente tenía pensado ganar… Una vez creado el terreno de batalla, cada uno
tenía que reagrupar sus tropas e idear una estrategia para pillar desprevenido
al enemigo e invadir la capital enemiga a base de estratagemas y otros recursos
válidos. Claramente no podían ver más allá de sus filas enemigas excepto un
mapa de estrategia. Trevor disponía de cuatro batallones disponibles, uno en
cada frente de su territorio protegiendo su capital. Debía reaccionar rápido
puesto que Markus se caracterizaba por fulminar a sus enemigos rápidamente con
una estrategia concisa y determinada desde el primer momento. << Tengo
cuatro batallones…podría asignar dos a la defensa, uno a la exploración y otro
al ataque. No, demasiado previsible para Markus… si fracturo uno de mis
batallones podría mandar sólo medio batallón a la exploración pero… ¡NO!
Tampoco sirve, piensa Trevor, piensa>> Entonces se le ocurrió una idea
descabellada pero que podría funcionar. Se basaba en la subjetividad de su
enemigo pero podría funcionar. << Si mando dos batallones, uno a cada
lado del mapa dejaré abierta una obertura en mis defensas… y el podría pensar
en atacar con toda su fuerza hacia mi capital, de esta forma podría adelantar a
uno de los batallones a atacar la capital mientras tiendo una emboscada. Él
atacará al menos con dos batallones a mi capital y yo tengo dos batallones
defendiéndola… cuando se dé cuenta que uno de mis batallones está atacando su
capital será demasiado tarde porque cuando quiera regresar estará atrapado
cuando replegue uno de los batallones asignados a los lados. Cuando haya
reducido dos de sus batallones dejará sólo dos defendiendo la capital y yo
tendré tres… así podré ganar>> Era como si de golpe se le hubiera
encendido la bombilla y hubiera ideado una estrategia casi perfecta por un
toque divino. La estrategia funcionaba a la perfección y su plan era un éxito
pero en vez de encontrar dos batallones defendiendo la capital se encontró uno…
¡el otro estaba atacando su capital! Entonces actuando rápido consiguió hacer
caer la capital de Matkus antes que la suya. Había sedo arriesgado pero lo
había conseguido. Acabó la simulación. Desde las gradas le aclamaban por haber
vencido al genio táctico. Ahora que había ganado nadie podría pararle. El
profesor le coronó como Dios Táctico del Día y comentaron la jugada que había
hecho. Después Markus le dio la mano y le dijo que había sido un placer haber luchado
con alguien tan imprevisible. Finalmente regresó a su habitación para prepararlo
todo para el maratón de cine, esta vez Jandro lo faltaría y se lo pasarían genial.
Había
sido un gran día pero Trevor era ajeno al gran problema que se estaba gestando en
la escuela militar y para qué lo estaban entrenando pero pronto lo sabría….
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