LA SEÑORITA RACIONAL
(I)
Cat ya había acabado sus horas de estudio obligatorias y como era sábado se dirigía
a su rincón favorito de todo el Centro: la biblioteca. La biblioteca le traía gratos
recuerdos, uno de ellos de cuando conoció a Jandro y desde entonces se hicieron
amigos y hasta día de hoy nada los había podido separar. También le gustaba ese
lugar por la cantidad de literatura que contenía, dado que ella era aficionada ya
desde joven a la lectura. Cuando era pequeña, sus padres la trajeron al Centro para
explotar todo su talento, pues era una genio en todo lo relacionado con los cálculos
mentales y los problemas tanto aritméticos como analíticos. Ella nunca pudo comprender
durante su infancia cómo sus padres fueron capaces de abandonarla en un centro de
jóvenes talentos, donde en principio no tendría amigos y sería la marginada. Esto
se cumplió porque no fue hasta pasado un año cuando alguien se dirigió hacia su
persona no insultándole sino elogiando su talento para la aritmética, esta persona
fue Jandro. Por ello y por muchas cosas más se encariñó del niño de seis años con
una capacidad de diagnóstico clínico extraordinario y un tono burlesco y satírico.
Mientras se abstraía pensando en
lo mucho que había cambiado su vida, llegó a la biblioteca casi sin darse cuenta.
En realidad su propio cerebro había almacenado todo el proceso del camino, analizando
numéricamente complejas paradojas y alternativas a la dirección de movimiento que
había cogido. Igualmente, se sentía mejor pensando que todos los demás podían hacer
lo mismo que ella, y así no sentiría como los demás desaprovechaban un intelecto
racional capaz de crear paradojas simultáneas.
Le encantaban los libros de aventura
y fantasía porque hacían que ese lado tan racional y formal de su mente se estuviera
quietecito durante un periodo más o menos estable. Algunas veces incluso mientras
leía llegaba a formular teoremas y alternativas lógicas sobre la historia que estaba
siendo contada; entonces sabía que su periodo inmanente de relax había acabado.
Al igual que un gran talento era una maldición que su cerebro no parase de funcionar
y a veces, incluso podía llegar a lastimar a la gente que la rodeaba por su gran
proceso de deducción, pero nunca había llegado a lastimar a Jandro; en el fondo
procesaban la información de mismo modo, ella mediante cálculos, el mediante diagnósticos.
Muchas veces había deseado volver con su familia y vivir una vida normal hasta que
se dio cuenta que para ella era imposible ya que su ser siempre tendría ansia de
conocimiento y evolución, cosa que su familia no podría darle. A veces, incluso,
comprendía por qué sus padres la habían abandonado. Eso de que tu hija tenga ideas
y una mente extraordinaria que uno nunca llegará a tener, debe de ser un peso bastante
alto comparado con una hija.
La única persona a la que le había
confesado todos sus temores y sentimientos era Jandro, desde siempre pensó que era
un pilar necesario en su vida. Y, en cierto modo, así era. La primera vez que había
tenido un colapso cerebral producido por la ansiedad fue Jandro quién se lo había
previsto y hasta que no estuvo en la enfermería siendo cuidada por los médicos ineptos,
en consideración de Jandro, no la dejó sola y aún así la acompañó durante toda la
operación.
Ya llevaba unas treinta páginas
de un libro fantástico llamado Religión católica:
La palabra de Dios. Ella sabía que no
era considerado fantasía pero no era la primera vez que analizaba los argumentos
de ésta y su mente racional nunca había llegado a comprender qué sentido tenía venerar
a un Dios que hace cargar con castigos cuando ni siquiera se puede mirar a la cara.
Por este tipo de argumentos racionales y pensamientos formales se había metido ya
en varios problemas, que si castigada por blasfemar, que si castigada por decir
falacias y la última y la más grande: castigada por desmontar la religión racionalmente.
Cat no podía hacer nada con eso, su cerebro procesaba aquello racional y justificado
y rechazaba todo aquello empírico.
Seguía releyendo el libro cuando
recibió un mensaje en su videomisor:
CAT DESCARTES, ACUDA AL DESPACHO DEL SUBDIRECTOR URGENTEMENTE.
Su mente racional procesó este mensaje
como un mal augurio puesto que Jandro entró y salió con varias semanas de castigo.
Realmente no quería dejar de leer aquel libro tan divertido, pero era una orden
que no podía rechazar.
Rápidamente se encaminó hacia el
despacho del subdirector por aquel maldito pasillo atestado de gente que ya había
acabado su horario. Reconoció a varias caras conocidas, algunas de esas personas
fueron las que le pusieron el mote de Señorita
Racional gracias también a la ayuda del profesor de religión y filosofía. También
reconoció a gente amiga que le caía bastante bien: Katerina, su mejor amiga junto
con Ele; David, otro de sus primeros amigos y demás gente.
Mientras caminaba por el pasillo
notaba las miradas hostiles de algunos individuos a los que había aprendido a ignorar,
la mayoría de ellos, envidiosos que jamás llegarían a tener la mitad de conocimientos
que tenía ella. Más de una vez se habían reído de ella, hasta que un día decidió
que era suficiente y su mente racional colapsó. De los cinco chicos que se reían
de ella; tres acabaron en urgencias, mayoritariamente con varias costillas rotas
y alguna que otra fractura según Jandro, y los otros dos huyeron antes de enfrentarse
a su ira. De las dos chicas, ninguna acabó en urgencias, pero de los improperios
que les dirigió, entre ellos derivados del animal Vulpes vulpes (zorro común) y
referencias a una profesión que conllevaría ser una mujer de moral distraída, perdieron
toda aquella chulería y no volvieron a dirigirle la palabra. Aquel día fue cuando
descubrió su fuerza interior y cuando sufrió el colapso cerebral. Y se dio cuenta
de que Jandro no tenía talento para la Medicina sino que él era parte de ello, el
mero hecho de que la tocara le transmitió energía que le ayudó a recuperarse. O
habían sido imaginaciones suyas.
Por fin llegó al despacho, llamó
a la puerta y le dieron paso. Nada más entrar se dio cuenta de que algo no iba bien;
Ele estaba sentada en la silla, en frente al subdirector, algo le hacía pensar que
ya había hecho ella el trabajo de enfadarle y provocarle. Según sus informaciones
era la segunda vez que Ele, estaba sentada en el despacho del subdirector en apenas
tres días, otra cosa que no encajaba. Ele era bastante rebelde pero no tanto como
para ser cual kamikaze en su expediente. Se sentó en la silla contigua de la de
Ele y comenzó la charla:
-
Buenos días, Cat. ¿Te
preguntarás por qué te he citado en mi despacho no? – Preguntó con una sonrisa capaz
de hacer que el más ángel de todos los ángeles quisiera destruir cual demonio.
-
Realmente sí, subdirector.
No imagino cual puede ser el motivo de esta conversación. ¿Otra queja por parte
del departamento de ciencias empíricas? - Preguntó Cat con condescendencia mientras
miraba de reojo a su fiel amiga. Su rostro la delataba, había estado llorando.
-
No, no te preocupes.
No es por eso… el tema de esta conversación está más dirigido hacia vuestro amigo
común: Jandro. – Otra vez aquella maldita sonrisa. – Como ya sabrás Jandro está
siendo castigado por su altanería, pues tengo una petición para ti. –
-
Tan rápido…pensaba que
le ibas a dejar respirar por el susto… - Dijo Ele a medio camino entre un tono irónico
y desinteresado. –
-
Ele, si tu cerebro de
primate sin evolucionar no te permite procesarlo como a Cat, es tu problema. Ahora
cállate por favor… - Ya había perdido su sonrisa, se había enfadado. Por otra parte
Cat, se empezó a interesar por la conversación satírica.
-
Habló el cabrón sin
picha… que no se atreve a… - Empezó Ele.
-
¡CÁLLATE! Ya es suficiente,
puedes retirarte. No necesito más de tu complejo de superioridad y gilipollez. –
Dijo el subdirector ya colérico.
Ele se levantó bruscamente de la
silla y en un susurro, demasiado parecido al sonido de la brisa:
-
Diga, lo que te diga…
acepta. Nos reuniremos más tarde.
Acto seguido salió corriendo por
la puerta. No le dio tiempo a reaccionar puesto que el subdirector ya estaba otra
vez hablándole.
-
¿Cat, no me estás escuchando?
Responde. No dejes que te mal influencie esta niñata… -
-
Le agradecería que no
hablara mal de alguien en ausencia de este alguien, por respeto y por educación
a la persona. Y sí, sí que le escucho. – Respondió Cat en un tono ya no tan racional
si no más libre.
-
De acuerdo, la petición
que le hago es que espíe a Jandro. Últimamente no nos da los resultados que estamos
esperando y esto tiene que cambiar. Quiero que averigüe qué demonios está haciendo
Jandro que le distraiga tanto. – Cat aguantó el impulso de no pegarle un puñetazo
en la cara dado que eso sería contraproducente y además conflictivo. Ella sabía
que le pasaba al igual que Ele, ya hacía diez años que no había vuelto a ver a su
querida hermana y a su madre.
Aún así hizo caso
a la demanda de Ele de aceptar, pero no era tan tonta como para no poner oposición
al menos en algún punto o sacar provecho.
-
Trabajaré con usted
si me dice el porqué nos considera como resultado en vez de cómo lo que somos, personas.
- Sabía que esto haría escurrir el bulto y entraba en la imagen racional e inmutable
que tenían de ella.
-
Lamento decirle, que
está equivocada… nuestra intención es garantizar su bienestar como comprenderá…
- Este argumento hubiera funcionado con cualquiera pero no con ellos, no con Ele,
Car y Jandro el trío revolucionario.
-
Bueno pues si es así,
como todo es por nuestro bien… comprenderá que para nuestro bienestar si quiere
que espíe a Jandro me tendrá que dar horas libres para llevar a cabo la investigación.-
Dijo Cat en un tono inmutable.
-
Claro. Por supuesto,
la eficiencia es lo mejor y si para ello necesitas más horas las tendrás.- Cat había
ganado y lo sabía ahora él estaba a su merced y le había hecho un jaque-mate en
toda regla. Había conseguido horas extras para reunirse con Ele y Jandro con la
intención de hablar del tema y además mientras fuera su espía tendría inmutabilidad.
-
Acepto. – Acabó diciendo
Cat.
-
Muchas gracias Cat,
me alegra saber que todavía hay gente con sentido común… ya te puedes retirar.-
Había recuperado su maldita sonrisa. Y ahora más que nunca le odiaba por considerarse
superior a ellos.
-
Adiós y buenos días
subdirector. – Dio por concluida la conversación y se marchó.
Ya de camino hacia su habitación
pensó que ahora sí que podría ser su oportunidad, la oportunidad que tanto tiempo
llevaban esperando todos ellos con anhelo…
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