LA FUGITIVA REBELDE
(I)
Llevaba encerrada dos meses en aquel siniestro calabozo donde era sometida a
constantes torturas; tenía demasiado que contar pero nada de ello para ellos.
Había estado recolectando información desde la desaparición de su hermano,
cuando sólo tenía seis años. Ella no pudo hacer nada y desde ese mismo momento
dedicó el tiempo íntegro de su vida buscando y recolectando información sobre qué
pasó aquel maldito tres de noviembre del 3120 d.H. (después del Héroe). Su
madre repetidas veces le había intentado convencer de que era inútil seguir
buscando información, cuando lo único que estaba haciendo era dejar que no
cerrara la herida que tanto dolor les había causado. Ella nunca se había rendido
y por este motivo, ahora no era el momento exacto de tirar la toalla.
Según lo que sabía hasta el
momento, estaba en un calabozo subterráneo dado que estaba completamente
aislada del exterior y durante el trayecto a su calabozo, estando medio
inconsciente, oyó cómo los soldados la bajaban por las escaleras. También
aprendió los turnos de los guardias de seguridad que, en todo momento
pululaban, alrededor de su pequeña prisión a base de memorizar los pasos
producidos por cada guardia. Estaba sola, al menos en ese pasillo o corredero,
porque en sus dos meses de cautiverio no consiguió oír ni el más mísero ruido
procedente de otras celdas. O no había nadie o habían conseguido que se
callaran de alguna manera en la cual no quería pensar. Al principio cuando
llegó, durante las dos primeras semanas, se pasaba horas seguidas gritando e
insultando a los guardias pero al poco tiempo empezaron las torturas, y le
dejaban tan hecha polvo que no le quedaban ni siquiera ganas de luchar por su
libertad. En primer lugar, empezaron por los puñetazos y patadas; después
vinieron las palizas “correccionales”, o así las llamaban para excusar la
cobardía de tenerla atada mientras dos o más guardias se ensañaban con ella. Más
adelante llegó la tortura psicológica, según su punto de vista la peor y
finalmente llegó la tortura basada en despertarla en medio de la noche para
conducirla a la sala de interrogatorios, donde le obligaban a confesar sus
motivos del espionaje. Ahora mismo todavía sigue en esta fase, al parecer
quieren que desfallezca y confieso todo aquello que sabe sobre su organización.
Su investigación le había
llevado a una organización secreta aparentemente anónima, que podría saber qué
había pasado con su hermano. Esto no gustó a la organización que la tenía
capturada, cuyo nombre no sabía, y la hicieron prisionera hasta que soltara
toda la información que poseía, cosa que ella nunca haría.
Hacía solo dos noches le había
llegado una carta donde se mencionaba lo siguiente:
Estimada persona desconocida que está injustamente
prisionera, es un placer comunicarle que tenemos la clave para su liberación.
Siga las instrucciones que le proporcionaremos a continuación y por los dioses,
ni se le ocurra hacerlas si está en su sano juicio.
1)
Dentro de dos
noches, en la víspera del día 5, llegue de algún modo a la cabina central del
departamento B - de algún modo confiamos en que usted lo conseguirá sino lo
lamentamos-
2)
En la cabina
encontrará controles de mando que por supuesto no sabrá utilizar, no se
preocupe, tan sólo pulse el botón rojo donde pone PÁNICO, ¿capicci?
3)
Unos instantes
después atacaremos el recinto y tendrá su oportunidad para escapar - fácil, ¿no?,
sino es así márchese a una esquina a llorar desconsoladamente-
Atentamente, desconocidos que velan por la Fugitiva
Rebelde,
P.D.: ¡SUERTE! Por supuesto entenderá que ha de destruir
esta carta por seguridad
Después de haber leído la carta
incluso llegó a estar entusiasmada pero a pocas horas del asalto sin ni siquiera
tener notificaciones ni indicaciones cada vez estaba más asustada junto con un
sentimiento cercano a la excitación producida por la adrenalina.
El tiempo restante lo pasó
intentando orientarse en lo que era ese recinto, cosa que le era prácticamente imposible
pero aún así estaba ansiosa por poder escapar de lo que había sido su infierno
durante dos meses.
Finalmente, dio un último
repaso a las maniobras que había aprendido en los últimos años en defensa
cuerpo a cuerpo y se lanzó a la aventura para ver si su maltrecho plan
funcionaría. Se acercó la única ventana de su calabozo con barrotes, colocada
en la misma puerta y gritó:
-
¡Qué alguien me
traiga algo de comer! Estoy harta de comer siempre la misma mierda cada día… ¡Qué
venga alguien! - Todo esto en un tono
elevado perfecto para la provocación –
Siguió gritando continuadamente
y cuando pensó que su plan había hecho aguas cual barco en un naufragio
apareció Simon, el carcelero salido Simon.
-
¡Te quieres callar
puta con cara de grano de pus! –
-
Mira quién habla,
don Mepicauncojónyporesomesientomáshombresilodigogritandoentrecolegas. Mi madre
tiene más cojones que tú, necesitas a dos de tus amigotes solo para poder
reducirme. – Empezaba a notar que la provocación surtía efecto.
-
¡CÁLLATE! – La cara
de Simon empezaba a adpotar un color rosado que denotaba la vergüenza que
sentía por lo que acababa de decir la “puta”. – Juro que si no te callas
entraré ahí y te follaré el coño prieto que tienes.- Dijo en tono amenazante.
Ella ya sabía que lo que decía lo cumplía, no sería la primera vez que la
violaba Simon, el hombre a medio camino entre mono y cachalote, grasiento como
su barba y con el mismo olor a putrefacción que desprendían los muertos.
-
No podrías, para
eso tendrías que tener hombría y lo único que siento cuando me violas son tus
carnes malolientes y grasientas. – Lo había conseguido, ahora sólo tenía que
ocurrir un milagro que le ayudara a salvarse de su ira y conseguir escapar.
-
Ahora verás putita
mía, vas a notar toda mi hombría dentro como que me llamo Simon…- Dijo con voz
pederasta y empezó a abrir la puerta…
Zas!
Ella cerró la puerta justo cuando estaba pasando el brazo y por lo que se oyó
al parecer había conseguido romper algún hueso importante del brazo, que su hermano seguro que sabría. Simon el
carcelero aulló de dolor y ya encolerizado intentó agarrarla con su brazo bueno
pero ella se deslizó rápidamente y consiguió arrancar de su cinturón la pistola
eléctrica que tanto sufrimiento le había causado durante su cautiverio. Ya con la pistola en su poder lanzó una rápida
puñalada al otro brazo del carcelero y vio como empezaba a paralizársele el
cuerpo, entonces con toda la sangre fría que pudo clavó una de sus ganzúas en
el ojo del carcelero y lo remató rebanándole el pescuezo. Acto seguido,
escondió el cuerpo dentro del calabozo ya anticipando su siguiente movimiento
hacia la libertad.
Calculó
que más o menos tendría unos cinco minutos antes del cambio de guardia y cómo
había conseguido reconocer el ángulo muerto de la cámara para perpetrar su
venganza tendría como mucho diez minutos para llegar a la cabina. Decidió que
lo primero que debería hacer sería encontrar algo que le ayudara a orientarse
en aquella maldita prisión. Corrió hacia las únicas escaleras que había en el pasillo y
comenzó a ascender. No quería tener que matar a nadie más, pero si tenía que
volver a hacerlo obligadamente lo haría; por ella, por su hermano. Con suerte
no tardó en llegar a un punto de referencia y aproximó el tiempo que había
tardado en llegar a cuatro minutos y aún no había salido del territorio de los
calabozos. Observó el mapa y por segundo vez se sintió afortunada dado que el
puesto de vigilancia sólo se encontraba a dos escaleras hacia arriba y tres
puertas de donde estaba, si se daba prisa llegaría. Memorizó el patrón que
tendría que seguir << Dos escaleras arriba, tres puertas derecha, derecha
izquierda>> y siguió su camino. Falló en su primer cálculo sobre el
guardia restante y por poco la pilla pero consiguió esfumarse por la escalera
principal antes de que llegara a su situación. Llegó al último pasillo en un
tiempo récord y sin casi incidencias, todo un éxito pero cuando encontró lo que
sería la cabina del departamento B se le cayó el mundo encima porque si había
llegado sin casi problemas hasta la
cabina, ahora no podría entrar. La última puerta tenía dos vigilantes y dentro
de la cabina divisó a otros dos más. Se escondió en una esquina y empezó a maquinar
su siguiente movimiento, como mucho le quedaban tres minutos y tendría que
acabar con los cuatro soldados…no se le ocurría cómo podría hacerlo hasta que
pensó una estupenda idea: cogería el extintor y lo lanzaría hacia la planta más
baja así llamando la atención de los vigilantes y de la cabina de cámara. Pero
mientras pensaba esto pasaron corriendo soldados hacia el piso de abajo sin
razón aparente y afortunadamente no la vieron escondida. Intentó hallar la
solución a ese misterio cuando se dio cuenta que los soldados eran los
vigilantes de la puerta. Corrió entonces a la cabina y entró dentro.
Con
gran entusiasmo empezó a dirigirse hacia el panel de control para pulsar el
botón de pánico pero sólo tenía un problema… Un vigilante la miraba
boquiabierto, mientras ella se quedó con la misma cara anonadada. El vigilante
echó a correr hacia la puerta para avisar a sus compañeros, bastante tonto
pensó ella cuando tenía a mano todos aquellos botones. Demasiado tarde, ella le
derribó cuando estaba a punto de salir por la puerta y le noqueó dejándole
inconsciente.
Ahora
sí pulsó el botón y… no pasó nada, absolutamente nada.
Empezaba
a desesperar cuando ya había pasado un minuto, pensando en la tortura que le
caería si la pillaban…pero entonces, empezó el barullo: unas cuantas
explosiones por aquí, unos gritos por allá y un gran estruendo en la parte
superior del recinto. Tras unos minutos intensos aparecieron por la puerta unos
soldados que vestían de rojo con un estampado en la camiseta que ponía bien
claro LOCUS AMOENUS. Ella sin más dilación preguntó:
-
¿Aliados o
enemigos? –
-
Lo que tu decidas,
aliados si te marchas con nosotros; enemiga si decides oponer resistencia. –
Respondió el soldado más alto de todos.
-
Entonces aliados,
supongo. – Se resignó cansada de luchar.
-
Venga con nosotros,
por cierto ¿nombre? –
-
Esthela, Esthela
sin más.
-
De acuerdo,
vayámonos de aquí.
Por una vez en mucho tiempo
pensó que por fin sería libre y podría continuar su investigación pero… ¿podría?
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