LA DOMADORA DE
BESTIAS (II)
Ele estaba totalmente frustrada, el plan que, con tanto
esmero había estado planeando, no estaba dando resultados. Llevaba estancada
dos semanas en lo mismo y no avanzaba. Todo el rato encontraba nimiedades que
no servirían para su plan de escape. La libertad de búsqueda que le habían
proporcionado no sería para nada. Solo tenía acceso a los horarios y a
información de aulas, laboratorios y demás cosas relacionadas con los estudios.
Si quería más información tenía que conseguirla de otro modo. Solo le habían
dado las claves de los ordenadores que clasificaban datos y horarios inútiles
para su objetivo pero Ele sabía cómo conseguir todo lo que ella quisiera usando
su habilidad. Durante las dos semanas pasadas había estado intentando encontrar
apoyo en Jandro y Cat, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a colaborar con
ella. Pensaban que su plan era completamente improvisado y no podían encontrar
motivos para apoyarla en su decisión de huir repentinamente. Realmente ni
siquiera lo habían intentado y por ello Ele estaba cabreada con ellos. La
oportunidad que tanto tiempo habían estado esperando ahora estaba siendo
ignorada por los conformismos que tanto odiaba Ele. Le daba igual, aunque no la
apoyaran ella conseguiría la clave para escapar y resolver todas sus dudas. Al
principio Jandro y Cat le apoyaban dado que les parecía un buen plan, pero como
con el paso de los días no consiguieron nada, dejaron de ayudarla. Jandro
porque todavía tenía que acabar el castigo impuesto por los jefazos y Cat
porque seguía con sus estudios y tenía que seguir haciendo de tapadera respecto
al espionaje de Jandro. Harta, por la actitud de sus amigos, decidió convocar
una reunión del trío pero no resultó para nada. Más bien, todo lo contrario.
Jandro decidió no colaborar hasta que Ele se tranquilizase y encontrara algo
que realmente le interesara. Cat, simplemente se disculpó porque no veía los
argumentos necesarios para seguir adelante con el plan. En definitiva, como muchas
veces, Ele volvía a trabajar sola en sus planes. Ella comprendía que sus amigos
no tuvieran el mismo espíritu de lucha pero igualmente tenía que seguir
luchando para conseguir todas las respuestas a sus preguntas.
Se
encontraba en el Abrevadero de las Almas,
junto con Pequemiau ideando una estrategia para conseguir toda la información
necesaria. Ella también estaba cansada de no encontrar cosas útiles y ahora
buscaba la manera más rápida de incentivar a sus amigos para seguir con el
plan. Tenía que aprovechar todo el margen que le habían dado para investigar
sin caer en las trampas, que claramente habían puesto a propósito. No encontraba ninguna alternativa mejor que
atacar el sistema informático utilizando agresivamente sus conocimientos. Sabía
que era demasiado arriesgado y que si le estaban poniendo trampas era por algún
objetivo en concreto…para que cayera en ellas, básicamente. Tras mucho cavilar
mientras hacía bocetos de Pequemiau, decidió preguntarle y entró en contacto
psíquico con el gato redimido.
-
Disculpa si ofendo
a su majestad, pero es mi menester preguntar por consejo real.- Sabía que ha
Pequemiau le hablaran en tono mayestático y lo quiso aprovechar.
-
Cuando tú me hablas
en ese tono es que quieres pedirme algo. Trabajo inútil puesto que te ignoraré
cual mierda entre la basura.- Replicó en tono burlesco e hiriente.
-
Da igual lo que
digas me adoras y tu responsabilidad para conmigo es aconsejarme en todo
aquello que necesite.- Respondió en un tono altivo.
-
Sabes que solo lo
hago por tu madre…
-
Sí, lo sé. Por eso
responderás a mis preguntas.- Había ganado y lo sabía, ahora presentaba una
sonrisa de triunfo.
-
Tienes un minuto
para exponer tus problemas y yo te responderé lo que me de la gana… sabes que
lo haré.-
-
Suficiente.-
Le contó todo lo que había maquinado, y cuál era su plan para conseguir
información. -¿Qué te parece?-
-
Realmente es la
peor basura que ha entrado por mis orejas y probablemente el peor plan
estructurado de toda la historia.-
-
Eso da igual, ¿me
ayudas?-
-
Solo te diré una
cosa. Tienes un talento especial por algo, no para desperdiciarlo hablando con
tu protector.-
-
De acuerdo pero…¿de
qué me sirve esto?- Realmente estaba otra vez perdida entre los consejos de
Pequemiau.
-
Si no entiendes
eso… a lo mejor es que no mereces tú apodo. No sólo puedes controlar a las
bestias ¿recuerdas? Ahora déjame descansar.-
-
¡Pero si eso es lo
único que haces en todo el día! ¡Ayúdame!- Respondió airada, aunque ya estaba
comenzando a comprender lo que le había dicho Pequemiau.
El gato no respondió. Se levantó
de su rincón favorito y se encaminó hacia los cuadros pintados de Ele. Con toda
la naturalidad del mundo, sacó una de sus zarpas, se giró y miró a Ele con algo
parecido a una sonrisa, pero él no podía sonreír ¿o sí? Acto seguido rasgó un
cuadro que donde tenía pintado el cerebro humano, con paisajes oníricos
diferenciando la parte racional de la parte empírica. Ele saltó corriendo para
castigarle pero Pequemiau ya había salido. Se colocó junto al cuadro enfadada,
y descubrió que lo había hecho por su bien, le había señalado claramente lo que
debía hacer.
Bajó a la planta baja de su
apartamento y fue a vestirse. Quería meterse en la mente de una persona a
través de contacto y, al menos, quería causar buena impresión. Se decidió por
una camisa blanca holgada de manga larga, con unos pantalones vaqueros azules y
unos zapatos marrones. El pelo se lo soltó y se puso un colgante en forma de
gato con rubíes por ojos. Ya estaba lista para el acecho de la presa. Solo
tenía que esperar a que llegara su turno para ir a la sala de administración,
donde encontraría a alguien para meterse en su mente y averiguar cosas
interesantes. Mientras esperaba que llegaran las siete de la tarde pensó en su
habilidad. Podía meterse en la conciencia de los animales, muchas veces inútil
por falta de inteligencia, y también manipular y meterse en la mente de las
personas. Era un proceso arriesgado dado que durante la inmersión en la mente
de su presa su cuerpo quedaba totalmente inservible. Además si la mente del
huésped era demasiado fuerte, su conciencia acabaría siendo reducida a la nada
dentro de la mente del huésped. No le gustaba hacerlo, pero estaba de acuerdo
en que debía intentarlo. Por ella y por sus amigos. Solo se había metido una
vez en la mente de otra persona, esa había sido la de su padre. Cuando se metió
dentro de su cerebro solo sintió recuerdos horribles, sentimientos
contradictorios y mucho dolor. Todo esto antes de ser repudiada en la mente de
su padre y acabar exhausta por el proceso. Esto fue el día de su llegada al
Centro.
Había llegado la hora, abrió la
puerta de su habitación tan colorista y personal y salió a los pasillos del ala
uno. Recorrió todo el pasillo y bajó hasta la primera planta donde tendría que
ir por el pasillo central hasta el ascensor que comunicaba todo con la sala de
administración. Llegó rápidamente y, por suerte, había poco tránsito de
personas. Podía manipular fácilmente a quien quisiera si estaba lo
suficientemente escondida. Solo estaban un encargado de mantenimiento y el jefe
de la sala de administración. Si quería conseguir información lo tenía que
hacer rápido el tránsito psíquico. Decidió que aunque fuera más difícil, se
metería en la mente del jefe y así conseguiría toda la información. Estaba en
su despacho privado, así que lo mejor era esconderse en la sala de
mantenimiento y esperar a que saliera. O
en su defecto, provocar la salida. Se decantó por lo segundo. Gritó como si le
hubieran clavado un cuchillo y se escondió tras la puerta medio abierta de la
sala de mantenimiento. Rápidamente el conserje pasó corriendo y acto seguido el
jefe detrás. Cuando el jefe ya estaba entrando de nuevo en el despacho, utilizó
su habilidad. Solo tenía que concentrarse en el aura que despedía la otra
persona e introducirse en su mente agarrándose a una conexión entre alma y
cuerpo. Le estaba costando encontrar la conexión y podía perder su oportunidad
así que, aunque fuera peligroso, lanzó directamente su consciencia al jefe. Eso
era muy peligroso porque el cuerpo quedaba expuesto y sin sentido. Además su
consciencia se debía debatir contra las barreras de la otra persona. Comenzó su
lucha.
La consciencia de Ele entró en
contacto con la consciencia del jefe. Era depresiva y fácil de manipular. Eso
le resultaría útil para después, manipular sus recuerdos. Ahora lo que debía
hacer era meterse de lleno en su mente. Ya estaba empezando a sentir
repulsiones hacia su consciencia cuando consiguió penetrar en la mente del
jefe. Una vez estaba dentro era como una conexión nerviosa que se metía a
través de las neuronas y sacaba información. Pero esta vez era diferente, tenía
más control sobre sus acciones. Se metió en todos aquellos recuerdos sin
barreras personales para indagar y encontrar sus respuestas. Todo estaba
organizado, la parte racional de su cerebro guardaba hechos, actos y demás
cosas racionales y necesarias para su supervivencia. En cambio, cuando llegó a
la parte onírica, todo cambió. O estaba bloqueado emocionalmente o simplemente
eran experiencias bonitas y recuerdos felices. Rápidamente llegó a la parte
donde guardaba todos sus recuerdos profesionales. Ahora le tocaba a ella
encontrar claves, datos, pases de acceso para conseguir su objetivo. Lo
consiguió rápidamente fácil y pudo salir de sus recuerdos. Pero nunca antes se
había sentido tan capaz y su sentido le decía que probara algo más. Así hizo,
se metió en el sistema nervioso y cuando se quiso dar cuenta, había conseguido
manipularle. Ahora veía con sus ojos, tocaba con sus manos, caminaba con sus
piernas y sentía con su cerebro. Este descubrimiento la fascinó tanto que
perdió gran parte de su conciencia aparente, y se dio cuenta de que debía
volver a su cuerpo si no era demasiado tarde. Se encontró con que no sabía
volver desde donde estaba y entró en pánico. Estaba empezando a desaparecer conscientemente
y no podía volver a su cuerpo ni a su mente. Debía encontrar algo para poder volver.
De repente se le ocurrió. El contacto físico a lo mejor la podía devolver. Corrió
sintiéndose extraña en un cuerpo que no era el suyo hacia la sala de mantenimiento,
en frente al despacho del director, en este caso de “él”. Encontró su cuerpo inconsciente
en el suelo, y cuando ya estaba a punto de perderse dentro de la otra persona… tocó
el cuerpo de Ele, o ella. Afortunadamente funcionó y Ele volvió en sí. Estaba tirada
en el suelo, y al lado suya estaba el jefe de administración aturdido y desorientado.
Era su oportunidad, debía escapar. Así lo hizo aprovechando la confusión entre los
presentes. Miró el reloj, era su récord. Había estado un minuto en la conciencia
de otra persona y casi había perdido la suya. Pero valía la pena ¿no?
Ya había encontrado todo aquello
que quería y por fin tenía suficiente información para acceder a los archivos privados.
Ele creía que cuando hubiera obtenido aquella información todo cambiaría y por fin
podrían escapar todos juntos… pero ¿podrían después de todo?