JULLIETE (I)
Julliete se encontraba, como cada día a esas horas, en su despacho. Dedicaba
prácticamente toda la medianoche a redactar informes y acabar sus
investigaciones sobre los individuos del Centro. Sus investigaciones abarcaban
todo tipo de experimentos, análisis y espionajes. Julliete realizaba todo tipo
de pruebas y a partir de los resultados que ofrecían los sujetos de prueba
creaba sus investigaciones. Estaba fascinada con un grupo especialmente
extraordinario de individuos y desde que los había descubierto, no había parado
de trabajar hasta altas horas de la noche. Por la mañana era una profesora que
daba diversas asignaturas normal y corriente, pero después de que se apagaran
las luces del Centro se aislaba en su despacho y comenzaba su otra vida.
Realmente era su otra vida, puesto que por la mañana era la Señorita Julliete,
profesora de filosofía e historia bélica. Tenía que fingir que era una
profesora decente que dedicaba su vida a la enseñanza mientras que en realidad
lo que hacía era supervisar las capacidades de todos los individuos y prevenir…
riesgos. Su único motivo para estar en el Centro eran aquellos extraordinarios
individuos que tenían talentos y virtudes excepcionales. Su primer contacto con
el Centro fue cuando el director llamó por teléfono a su casa. Le dijeron que
su hija tenía unas capacidades extraordinarias y que debía desarrollarlas
correctamente por ello la debían enviar al Centro. Nunca había oído hablar de
nada igual pero de igual manera pensó que era lo mejor para Catelyn Descartes.
En aquellos momentos se sentía afortunada por tener una gran familia y encima
una genio entre ellos. Pero su felicidad duró poco dado que cuando la llevaron
al Centro prácticamente le arrebataron de sus manos a su hija y le dijeron que
para que pudiese evolucionar como persona, los niños debían crecer sin padres
ni familiares. Julliete no pudo aguantar esto y suplicó poder entrar en el
Centro como profesora e investigadora. Su petición fue aceptada pero, a cambio,
borrarían la memoria de su hija, al menos en todo aquello referente a su madre.
Su hija no podría recordar quién era su madre, tampoco recordaría los momentos
felices y pensaría que fue abandonada
pero a cambio su madre podría velar por su bienestar mientras estuviera en el
Centro. Ya habían pasado muchos años de esto, pero cada vez que lo recordaba
sentía que algo le faltaba… pero era por el bien de su hija.
En estos momentos, estaba
redactando un informe sobre los talentos registrados en la historia del Centro.
Iba por la generación de su hija. Por supuesto algún día le tocaría redactar un
informe objetivo sobre su hija, sin derramar una sola lágrima. Tenía que ser
fuerte, por ella y por su hija. Redactándolo descubrió que era una generación
bastante poderosa, todos los talentos representaban el poder de cambiar el
mundo… solo con verlos. A veces pensaba que lo que hacía estaba mal, espiar y
controlar desde luego que estaba mal… pero lo que peor llevaba era el hecho de
ver cómo esos individuos vivían sin padres ni familia y aún así establecían lazos
afectivos con otra gente. Incluso su hija había encontrado un lugar entre ellos
y tenía su propio grupo de conocidos y su propio círculo afectivo formado por
Jandro, Ele y ella. Julliete, en un principio, tenía miedo de que su hija se
rodeara de aquellos individuos, pero con el tiempo se había acostumbrado. Había
tenido tiempo para descubrir cada característica de cada uno de esos conocidos.
Se había molestado hasta en identificar sus talentos y sus respectivos poderes.
Cada vez que hacía un informe de este tipo pensaba en que era por el bien de su
hija pero había una voz en su interior que le decía que lo hacía por el Centro.
No se sentía ni bien ni mal por ello, simplemente quería saber si todo lo que
estaba haciendo funcionaría para mantener a salvo a su hija. Pronto descubrió
que sus grandes amigos cuidaban de Catelyn por ella. Entonces pudo relajarse y
disfrutar un poco de su condición de investigadora.
Acababa de acabar el informe
sobre un alumno suyo llamado Trevor, así que decidió que era el momento de
descansar un rato. Apagó el ordenador portátil con los informes y salió de
aquel despacho lúgubre y sombrío. Tenía tiempo de ir a visitar a su amado y
pasar un rato con él si estaba despierto, seguro que lo estaba pensó. Se
encaminó por el pasillo central de la zona de profesores y bajó al primer piso.
Pasó por su aula. De golpe, le entró un sentimiento de nostalgia. Pensó en
todos aquellos momentos en los que había estado enseñando historia bélica a sus
alumnos. Al principio odiaba tener que explicar sucesos históricos bélicos de
la época anterior a la llegada del Héroe. Tenía que explicar cómo los humanos
encontrábamos una manera certera de provocar conflictos, a veces de talla
global. Luego comprendió que la historia era importante para no tropezar otra
vez con la misma piedra y además a su vez, estaba enseñando a sus alumnos
aprendices de militar cómo batallar y cómo encontrar los puntos flacos del
enemigo. Esto era muy importante porque el mundo estaba a punto de cambiar y
ella llegaría al nuevo mundo con su hija, era lo único que pedía. A veces le
resultaba extraño mirar a la cara a aquellos que había estado espiando pero su
deber era aquel y no podía impedirlo. Otras veces realmente deseaba que su vida
fuera normal y que no girara en torno a una guerra que era imposible prevenir,
al menos por su parte.
Pasó por el pabellón de
ejercicios donde tantas veces había visto practicar a sus alumnos y cruzó el
acceso a la sala de investigación. Sabía que él estaría allí. Pasó la tarjeta
de identificación y accedió al laboratorio de uso privado. Todo el recinto
presentaba un color grisáceo y una decoración más bien triste. Las típicas
sillas de espera, el extintor en la pared, las puertas grises con el número de
laboratorio… Pero el laboratorio de uso privado era especial. Allí era donde se
encontraba con su amado y se aislaban del resto de la gente. Entró dentro y, en
efecto, estaba allí. Sandor Grace estaba esperándola.
-
Oh, has venido. Ya
pensaba que me dejarías sólo una noche más.- Dijo Grace en un tono irónico
mientras sonreía.
-
Claro que he
venido, no se queje… he dejado mi trabajo solo para verle.- Replicó con el
mismo tono irónico.
-
No me hables de
usted, no hace falta… nos conocemos… y bastante bien creo yo. Bueno, cuéntame…
que has estado investigando.-
-
No esperaba que
íbamos a hablar de esto, por un momento he pensado que era una cita romántica
en un laboratorio sombrío.
-
Vamos… sé que
disfrutas hablar de tu trabajo.
-
Te perdono por esta
vez, hablemos de trabajo pues. ¿Qué es lo que quieres saber de mi investigación?-
Lo dijo mientras se aproximaba a él con una andar provocativo.
Se
había arreglado especialmente para la ocasión, llevaba una camisa con un escote
pronunciado y una falda que dejaba poco a la imaginación. Notaba como él caía
ante su seducción mientras luchaba por controlar sus hormonas masculinas. Le
encantaba provocarle y hacerle caer en sus redes del amor. Además, se atraían.
Ella era una mujer de treinta seis años con aspecto impresionante, de ojos
verdes, morena con el pelo suelto que le llegaba por la espalda, buenas curvas
y unos pechos prominentes. Él era un hombre de unos cuantos años más musculado,
de ojos marrones, alto con el pelo corto y un gran seductor como ella.
-
Sabes, que es una
reunión formal…no hagas que acaben como todas nuestras otras reuniones formales
anda. Lo que quiero preguntarte es qué has averiguado sobre el trío
rebelde.- Ya estaba totalmente seducido.
-
Mmm… desde que
creen que tienen libre acceso, Ele, la supuesta cabecilla… recoge información e
intenta violar nuestros sistemas con sus artimañas. Creo que deberíamos
controlarles más. Si por un casual...- No le dio tiempo de acabar la frase.
-
Ese casual nunca
pasará… no pueden hacernos nada y además si lo hacen acabarán como el resto.
Aún no han caído en ninguno de nuestros cebos ¿no?-
-
No, no creo que
caiga.-
-
Has dicho caiga…
¿por qué?-
-
Porque Ele es la
única que está decidida a caer en la trampa, y creo que sabe que es una trampa
pero lo hace igual. Jandro no está
motivado y pasa bastante tiempo cumpliendo su castigo y con su mejor amigo.
Cat, simplemente sigue con su vida normal y también pasa bastante tiempo con
Jandro. Lo dicho, Ele es la única que busca conflicto, pronto estarán divididos
gracias a nuestra ayuda-
-
No creo que sepa
que es una trampa… sino ¿por qué iba a caer a propósito? A parte, si están separados
todo irá mejor.-
-
Solo sé que es muy
inteligente y no desaprovechará su talento único.-
-
De acuerdo, pero
relájate…- Se puso detrás de Julliete y empezó a darle un masaje. Ahora él era
quien seducía. Julliete se dejó llevar. Pronto empezaron las caricias, luego los
besos y los susurros y finalmente el sexo.
Como
siempre, no consiguió hace recapacitar a su amado sobre su plan tan arriesgado y
fácil de manipular. Pero para eso estaba ella… para arreglarlo todo… si podía.
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